Aznar, en campaña: “La Ley de Partidos se hizo para ilegalizar a Bildu, hay facultades para limitarlos” | El Español

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El diario El Español acompaña al expresidente del Gobierno y presidente de la Fundación FAES, José María Aznar, en una intensa jornada de campaña en Cuenca.

Reportaje de Pepe Luis Vázquez


Un 19 de mayo de 1995 la plaza de toros de Cuenca se llenó para escuchar a José María Aznar (Madrid, 25 de febrero de 1953), que lidiaba con una campaña electoral crucial para su carrera política. Nueve días después, el Partido Popular “arrasó” en las municipales y autonómicas del 28 de mayo. Era el preludio del fin de una época.

En un mismo día, 28 años más tarde, la historia tiende a repetirse. Los militantes populares, en un abarrotado auditorio que se sitúa a escasos metros del coso taurino de la capital, reciben otra vez a quien antaño vino como candidato a presidir el Gobierno de España.

Pero este es el final de una intensa jornada de la que es testigo EL ESPAÑOL y que empieza mucho antes, en un municipio de Castilla-La Mancha que se llama Tarancón, como aquel cardenal al que quisieron mandar al paredón por no dar su bendición al franquismo. El punto de encuentro es la avenida de Adolfo Suárez. Una oda a la Transición en toda regla.

A eso del mediodía, unas veinte personas esperan a Aznar a las puertas de un destacado complejo hotelero. Son los miembros de la candidatura del PP de Tarancón, acompañados por Paco Núñez, que aspira a destronar a Emiliano García-Page. “Aquí hay partido”, dirá Aznar más tarde.

El expresidente, ataviado con camisa blanca y chaqueta azul, llega puntual. Se baja del coche con el primogénito de sus nietos: Alejandro Agag, que acaba de atravesar el siempre vertiginoso umbral de la mayoría de edad. Con su abuelo comparte vocación, además de un razonable parecido físico. Aunque él observa la vida una cuarta desde arriba… las nuevas generaciones.

Alejandro está de vacaciones en España. Acaba de terminar en Londres su primer curso de Ciencias Políticas. Y en cuestión de semanas estrena vida laboral con sus primeras prácticas en Latinoamérica. La cosa promete. Se lamenta porque no pudo vivir la etapa política de su abuelo, pero se redime de ese anhelo, compartido por otros mortales, con esta campaña, que está siendo casi tan intensa como la del 95.

Tras completar la visita al complejo hotelero, Aznar vuelve a subir al coche, que recorre un trayecto con carreteras de doble sentido adornadas por ribazos repletos de jaramagos y amapolas. Al rato llegamos a Horcajo de Santiago, un pueblo con 3.000 habitantes que gobierna la popular Ana María Roldán. Allí, en la Casa de la Cadena, un coqueto palacete del siglo XVII, Aznar protagoniza el primer mitin de la jornada y deja abierta la puerta de su sucesión.

Primer mitin, en Horcajo de Santiago

Al final de un discurso improvisado sobre un papel con tres ideas, proclama mirando a su nieto: “Las cosas se van haciendo sumando. Cada minuto, se puede tener una ambición mayor. Es el esfuerzo por el que llevo trabajando tantos años… Y tengo la esperanza de que me queden muchos más, para que otras generaciones puedan aprovechar y estirar el testigo, y aquí hay alguno que lo está haciendo y eso me llena de esperanza”.

Previamente, ha dado cuenta de sus reflexiones sobre la situación política en España. Ha repasado el sanchismo, un proceso de “mutación constitucional” que si se prolonga en el tiempo, a su juicio, desembocará “en consultas en Cataluña y País Vasco”. Y ha puesto deberes al candidato del PP en Castilla-La Mancha. Aunque ese mensaje también podría ir dirigido a su nieto.

“Vamos a exigirte mucho, porque, naturalmente, cuando uno recibe los testigos, tiene que mejorar los legados. Y quien tiene la ambición de gobernar Castilla-La Mancha, está sujeto a una gran responsabilidad. Tiene que tener una gran disciplina. Vamos a desear todo el éxito que mereces”, le dice Aznar a Paco Núñez, que asiente con la cabeza. 

Una vez finalizado el acto, los anfitriones agradecen la visita del expresidente ofreciéndole una paella de conejo que se sirve en un comedor que han improviasado en el exterior con mesas de plástico y manteles de papel. El recinto es un jardín trasero en el que luce un bello magnolio sobre las losetas de piedra.

Por momentos, Aznar parece una estatua sacada del museo de cera. Los afiliados allí presentes incluso hacen cola para fotografiarse con él. Una foto, y otra, y otra. “¡La última, de verdad!”, le ruega una señora, consciente de que el expresidente aún no ha sido capaz de abrir el pico para llevarse algo a la boca.

Cuando ya no queda una mano por estrechar ni una cámara a la que sonreír, Aznar consigue sentarse. Le traen un plato de arroz, con un trozo de pan. Y un vino tinto. Entonces, empieza una conversación que aderezan las campanas de la Iglesia del pueblo, que repican sin cesar para anunciar el funeral de un vecino, cuenta la alcaldesa.

EL ESPAÑOL: Cuca Gamarra dijo el otro día que no hay que dar a Sánchez ni una gota de oxígeno el 28-M, porque de lo contrario sería más difícil acabar con el sanchismo.

J.M. Aznar: En las generales no juegan factores locales y autonómicos. Entonces, en un ejercicio puramente teórico, una competición con Sánchez es más fácil en las generales que ahora. Lo que pasa es que todo forma parte de una misma competición, por eso es tan importante salir bien en estas. Gamarra tiene razón: no hay que dar espacio a Sánchez. Si el PP sale de estas elecciones con la vitola de partido ganador, las generales tienen un fundamento mucho más sólido.

EL ESPAÑOL: ¿Hay paralelismo con el 95?

J.M. Aznar: La situación hoy es mucho más delicada… En el 95 había un nivel de confrontación fuerte. Pero era democrático, dentro de lo normal. Ahora están jugando factores que no tienen comparación, como el separatismo. El último sondeo que he visto es de 150 diputados, eso está bien. Un buen resultado, que lo va a haber, permite apelar en las generales a una mayoría no absoluta, pero sí suficiente.

“Los barones se quejan por cuestiones puramente electorales. Que vayan al Comité Federal del PSOE y digan que están en contra”

Paco Núñez: En unas municipales y autonómicas, si coges muchas capitales y algunas autonomías, la proyección política con la que afrontas las generales es completamente distinta.

J.M. Aznar: Aquí hay una oportunidad muy grande, muy grande.

Paco Núñez: En Castilla-La Mancha, con el simbolismo que tiene para el PSOE, de cara a unas generales es mucho más que una autonomía… Es la caída de uno de los grandes barones del PSOE, donde aguantaba un bastión de votos.

J.M. Aznar: El clima ha cambiado totalmente. Recuerdo hace cuatro años, que mi nieto Alejandro vino conmigo a Elche y a Murcia.

Alejandro Agag: Sí, sí.

Paco Núñez: El ambiente era radicalmente distinto.

J.M. Aznar: No te quiero contar. Veía aquello y decía… “Va a ser un destrozo brutal, brutal”.

Paco Núñez: Es que sacamos 66 diputados en el Congreso, ¡66!

J.M. Aznar: Ahora hay partido. La gente se está movilizando mucho.

EL ESPAÑOL: ¿Los barones del PSOE sucumben a Pedro Sánchez?

J.M. Aznar: Este de aquí, o el de Aragón, que creo que tiene más fundamento que el de aquí, busca votos. Los barones se quejan por cuestiones puramente electorales. Si usted es serio, usted va al comité federal del PSOE y dice: oiga, esto no puede ser. Y plantea una política distinta a la del partido. Pero mientras usted no lo haga, usted no es una persona seria.

Paco Núñez: Como hizo Susana Díaz en su momento.

EL ESPAÑOL: Escuchando el discurso de Paco Núñez, hay otros elementos del sanchismo, más allá de los pactos con Bildu, que el PP asocia a los barones. Como la política fiscal.

Paco Núñez: La política fiscal, el tema de la expropiación de tierras… El PSOE no deja de ser el PSOE. Hace una política socialista. En unos casos más radicalizada. Por ejemplo, el agua, ellos la han sustanciado con un plan de cuencas…

J.M. Aznar: ¡De eso tendría que haber hablado!

Paco Núñez: El agua del Tajo se va a Portugal a regar. Ellos, que son más listos que nosotros, hacen un aprovechamiento de regadíos. Nosotros no.

J.M. Aznar: Lo que está pasando es que España tiene un plan hidrológico con Portugal, que lo hice yo. Hice el español, que nos lo cargamos, pero el de Portugal funciona.

EL ESPAÑOL: Muchos agricultores dicen que de haber salido ese Plan Hidrológico Nacional, el problema de la sequía en España hubiese terminado.

Paco Núñez: Al menos sería menos acuciante un año como este. Este año, es verdad, es de extrema gravedad. Casi peor que en los 90.

J.M. Aznar: Bueno, ha habido otros. El 84, por ejemplo.

Paco Núñez: Con el Plan Hidrológico el problema hubiese sido menor.

J.M. Aznar: Mucho menor. Pero, además de eso, cambia la mentalidad del país. El agua hace país. Vertebra a los países. Y compartir lo que tienes es fundamental. Y si es un recurso escaso, mucho más. Eso une a la gente, no la desune, no. Eso fue lo que Zapatero se cargó de una manera lamentable.

Paco Núñez: Para ganar en Aragón.

J.M. Aznar: No, porque ya había ganado. Fue por ideología pura y dura. Dijo “venga, vamos a hacer desaladoras, que son contaminantes”.

“España necesita un Plan Hidrológico y hay que pagar el coste”

EL ESPAÑOL: ¿Feijóo debería recuperar el Plan Hidrológico?

J.M. Aznar: No sé si en términos generales, pero España necesita un Plan Hidrológico. Y hay que pagar el coste. En California ahora han tenido las mayores recaudaciones de agua en décadas, porque ha diluviado. Pero el agua ha sido destinada a garantizar caudales ecológicos. Es decir, entre garantizar un caudal para que haya pececillos a la salida de no sé dónde y que el ser humano pueda vivir, han elegido lo primero.

Paco Núñez: ¡Eso es lo que está pasando en España! La discusión en mi tierra es: ¿queremos que el agua se vaya río abajo, porque el ecologismo lo ha dicho? ¿o queremos que rieguen los agricultores? Queremos que rieguen los agricultores. Este año va a ser dramático para el campo. ¡La gente se va a arruinar por la sequía! No se va a cosechar el cereal, la uva viene a la mitad, se ha caído ya la primera floración de la aceituna. Eso supone una caída del 17% del PIB.

J.M. Aznar: El Plan Hidrológico, además, no era sólo el riego. Era el abastecimiento de aguas a Barcelona. Eso tenía una significación brutal. La concepción nacionalista es la frontera: todo lo que hay del Ebro para allá es malo, es España. Entonces, Cataluña no puede depender del Ebro, el agua tiene que venir del Ródano. Conseguimos que CiU y Pujol aceptaran que el abastecimiento de aguas de Barcelona es el Ebro con un análisis estratégico que decía que el Ebro no es frontera, que es madre y suministro de agua.

EL ESPAÑOL: Cambiando de tema, esta semana le hemos visto tentado a responder a algunas de las cosas que se han dicho sobre ETA.

J.M. Aznar: Hay que concentrarse en el elemento esencial. El otro día lo escribió muy bien Nicolás Redondo. El tema esencial aquí es la relación entre el PSOE y Bildu. ¿Usted por qué pacta con Bildu? Porque necesita los votos de Bildu. He escuchado que yo acercaba a etarras… Cómo se puede ser tan miserable.

¡No negociamos nada! Se movieron 103 presos. No se acercaron, se movieron. Que los que estaban en Canarias se fueron a Sevilla… La política de dispersión de Enrique Múgica siguió. Ninguno se trasladó a cárceles del País Vasco, ni hubo agrupación de presos. Están mintiendo como bellacos.

EL ESPAÑOL: ¿Hay que ilegalizar a Bildu? Este debate se ha reabierto después de conocer que lleva a 44 etarras en sus listas, algunos de ellos con delitos de sangre.

J.M. Aznar: Hay que mirarlo. Tienes que mirar la Ley de Partidos. ¿Para qué se hizo? Entre otras cosas, para ilegalizar a Bildu, a Batasuna. Al menos, hay facultades legales para limitarlos. ETA fue derrotada operativamente hace muchos años. En 2004 estaba totalmente derrotada. Políticamente es otra cosa… Es un poder real, que condiciona el gobierno de España y del cual el Gobierno de España depende.

EL ESPAÑOL: ETA siempre fue una organización político-militar.

Paco Núñez: Y la rama política de ETA tiene más poder que nunca, tiene la llave de la gobernabilidad del país. Y algo que no hay que perder de vista: es un movimiento de izquierda radical…

J.M. Aznar: Ayuso hace muy bien en meter caña ahí. Eso que se está hablando de que hay diferencias… Necesita garantizar la mayoría absoluta. Hace bien en decir que hay que ilegalizar a Bildu. El problema es que va a haber consultas. Les van a llamar referendos, consultas… Lo tienen muy hablado. El PSC es cómplice. En el País Vasco el PNV es cómplice. El PNV, dentro de unos años, se arrepentirá. Porque Bildu le ganará.

“Un Sánchez derrotado que sigue en la oposición para no perder el control del PSOE y sobrevivir es una posibilidad”

EL ESPAÑOL: Si en las generales gana el centroderecha, ¿qué pasa con el PSOE? ¿Hay una refundación?

J.M. Aznar: Caben varias posibilidades. Voy a decir una cosa… No descartaría que Sánchez siga de líder del PSOE. No está escrito que si pierde alguien vaya a hacerse con el control del PSOE. Es evidente que habrá debates. Sobre todo, si pierde también poderes territoriales. Pero, la desfiguración del PSOE es de tal envergadura, y la transformación en un partido puramente nominal es de tal envergadura…

Hay mucha gente que está diciendo que Sánchez busca algo en Europa. No, está buscando ganar. Y, si no gana, seguirá. El día que deje de ser secretario general del PSOE no podrá sacar la nariz ni al balcón de su casa. Él lo sabe. Un Sánchez derrotado que sigue como líder de la oposición para no perder el control del PSOE y sobrevivir es una posibilidad que está encima de la mesa.

Alejandro Agag: Sería como Trump.

Aznar sonríe. Y apostilla: “A Alejandro le gusta mucho la política internacional”. Llegan los postres. “¿Quiere usted unas rosquillas?”, le pregunta un simpatizante. “¡No, no, gracias!”, responde con exquisita educación. Cualquiera pensaría que ese físico, recién cumplidos los 70 años, es por arte de magia. Ana Cabos, directora de comunicación de Faes, lo ratifica con su característica simpatía: “El presidente es muy metódico en todo, también en la comida”.

Segunda parada, Cuenca

Una vez recogidos los platos, Aznar mira el reloj. Es hora de volver al coche. Desde que se levanta de la mesa hasta que abandona la Casa de la Cadena, pasa un rato. Atiende a una nueva maratón de fotos. Ya no suenan las campanas, pero sí el eco de los aplausos. Y los vítores: “¡Presidente, presidente!”. La siguiente parada es el Parador de Cuenca.

A las 6 de la tarde, y tras un breve “descanso”, Aznar aparece con su nieto en una suerte de claustro, con una fuente en medio y altísimos cipreses en los laterales. Acaba de colgar con el presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, que le ha dado cuenta de su decisión de disolver la Asamblea Nacional para convocar elecciones en seis meses.

La situación política en Latinoamérica aflora en una segunda conversación: “Ahora estoy leyendo un libro de un escritor venezolano, Carlos Rangel. Se llama Del buen salvaje al buen revolucionario y empieza diciendo que los americanos están descontentos de lo que son, pero no saben exactamente cómo quieren ser. Es la contraposición entre el éxito de la América del Norte y el no éxito de la América del Sur”.

Aznar traza cierto paralelismo entre lo que sucede a uno y otro lado del Atlántico. “La latinoamericanización de la política española es una expresión dura, pero es correcta. Es lo que está pasando: el daño institucional que se está haciendo, el desprecio de las decisiones legales, el estilo político, es cada vez más parecido. Evidentemente, hay muchas diferencias, tenemos el marco de la Unión Europea”.

Todavía queda algo de tiempo antes reiniciar la ruta. Prosigue la conversación.

Acaba de cumplir 70 años y, de repente, vuelve a tener agendados mítines por toda España. ¿Cómo es volver a pisar las tablas?

No sé cómo debe ser volver a los ruedos. La verdad es que, en fin, quien lo lleva en la sangre… Yo llevo la política desde niño. Es parte de mi ser. Aprecio mucho estas oportunidades, pero sobre todo aprecio mucho las circunstancias.

No he pedido nada, me lo han ofrecido. Y donde me lo han pedido, he intentado ir. Para mí es una gran satisfacción reencontrarme otra vez con la gente y poder explicar lo que considero que es una situación complicada.

Antes hablábamos de la trascendencia de estas elecciones, ¿son aún más importantes que las del 95?

El país está en unas circunstancias más difíciles. Entonces se trataba de hacer una operación histórica, que era muy importante: sustituir a un gobierno socialista que había durado 13 años y medio y que, por tanto, la alternancia normal en la política española se produjera. Y continuar con la historia de la Transición, pero aplicando políticas distintas.

Había muchas cosas y retos que afrontar: entrar en el Euro, el problema del terrorismo, el desempleo… Pero ninguno, ni los que entrábamos, ni los que salían, cuestionamos la Constitución. A nadie se le ocurría hacer pactos con los separatistas, que eran minoritarios. Ni mucho menos con Batasuna.

¿Y ahora?

La situación es mucho más complicada. Este Gobierno, apoyado y dependiente del separatismo y de los antiguos terroristas, después de un golpe de Estado, después de que ese golpe de Estado diera lugar a unos procesos históricos legales verdaderamente lamentables es una cuestión crítica. Es decir, España va hacia una gran mutación constitucional, hacia una sociedad muy reconocible, hacia una fragmentación de la nación española como tal. Y eso es un momento crítico.

De haber estado el pasado martes en el Senado, ¿qué hubiese respondido a Pedro Sánchez cuando dijo que el PP no soportaba que un gobierno socialista había derrotado a ETA?

(Ríe) Me alegré mucho de no haber estado el otro día en el Senado. Núñez Feijóo dio la talla de presidente. Hay momentos que retratan a los personajes, tampoco hace falta mucho esfuerzo. Creo que, en este tema, el ejemplo del PP y el sacrificio y el coste del PP es tan expresivo y tan fuerte, tan duro, con tanto servicio a la sociedad española, que hay que ser más prudente.

Se lo vuelvo a preguntar: ¿Hay que ilegalizar a Bildu?

Hay que pensar que una sociedad y una democracia se tienen que defender de los que quieren acabar con ella. Una de las grandes anomalías de España es que quienes apoyan al Gobierno de España son los que dicen que quieren acabar con el país. Legalmente, existen procedimientos para defenderse.

“Cuantos menos condicionamientos tenga el PP en el Gobierno para hacer lo que tiene que hacer, pues tanto mejor para España”.

Lo malo de la situación actual es que, justamente, con la eliminación de la sedición, la malversación, la eliminación de los delitos de convocatoria de referéndum ilegales, con todas esas cosas el Estado se ha desarmado. Es la inmensa paradoja y el gran riesgo que estamos viviendo en este momento.

¿Usted se sentiría incómodo con Abascal de vicepresidente?

Con lo que me siento muy cómodo es con la reflexión que hago. Lo demás son juegos de quinielas y no me gustan.

Adelante.

A falta de lo que estabilizó durante tantos años la democracia española, que es el diálogo entre el centroizquierda y el centroderecha, porque el pilar del centroizquierda se ha desconstitucionalizado; a falta de eso lo que hace falta es el gobierno más fuerte posible: eso solamente lo puede representar el PP. Cuantos menos condicionamientos tenga el PP para hacer lo que tiene que hacer, pues tanto mejor para España. Cuantos más condicionamientos tenga, pues más dificultades.

Uno de sus ministros me dijo una vez que usted era el mejor analista que había conocido.

Precisamente porque no hago quinielas.

Aún así… ¿Qué va a pasar con España en los próximos seis meses?

Hay una mayoría social que quiere cambio. Esto se va a reflejar ya en el mes de mayo y se va a confirmar en las elecciones generales. Hace falta articular esa mayoría social de la manera más inteligente posible y mejor para los intereses de España, teniendo en cuenta las circunstancias. Eso sólo lo veo con el Gobierno más fuerte posible en torno al PP. Que será un gobierno que tenga que tomar decisiones importantes.

“¡Presidente, es la hora!”, interrumpe Paco Núñez, poco antes de las siete de la tarde. El candidato acaba de terminar una entrevista y apura los minutos de intimidad con Aznar. En el exterior del Parador, las vistas, con las casas colgadas, impresionan a Alejandro, que escucha atento la clase de geografía española de su abuelo: “Por aquí pasan los ríos Júcar y Huécar”.

Aznar se vuelve a subir al coche. Ahora le acompaña, también, la candidata del PP a la alcaldía de la ciudad: Beatriz Jiménez. El trayecto es más corto. Diez minutos. En una nave de un hipódromo aguarda medio millar de personas con banderas de España, del PP y de la región. Suena la música, se encienden los focos, la gente aplaude, todo está listo. Y los protagonistas irrumpen en el escenario. 

Benjamín Prieto, presidente del PP de Cuenca, inicia el acto recordando: “Presidente, tal día como hoy, hace 28 años, visitaste esta tierra y el PP ganó la alcaldía. Además, el día siguiente de las elecciones, ¡llovió!”. Lo cierto es que en 1995 finalizó uno de los periodos de sequía más extremos de la historia de España.

“Libertad y España”

Esta vez, Aznar sí habla de agua. Tras defender su Plan Hidrológico, “que planteaba compartir las cosas, porque una nación consiste en compartir”, manifiesta su confianza en que Feijóo aboge por una receta similar: “El PP hará un día ese plan que permitirá conectar las cuencas españolas”.

También ensalza la política económica que desplegó durante sus ocho años al frente del Gobierno: “El único que bajó los impuestos”. Y, con ironía, agrega: “Cuando un socialista diga que quiere armonizar impuestos es que van a meteros la mano en el bolsillo”. 

Como si las ideas también hubiesen hecho la digestión desde la comida hasta el mitin, Aznar reproduce algunos de los elementos de su discurso anterior con más poso. Está más lúcido. “España fue bien cuando había disciplina, equilibrio y responsabilidad; cuando no se derrochaba, había superávit y se creaba más empleo que en toda la Unión Europea”, presume de su legado.

Tras volver a definir al PP como ese partido que representa “la mayoría constitucional sólida” frente a “un grupo de socialistas, comunistas, antiguos terroristas de ETA”, Aznar se despide. Y deja sobre el atril una sentida revelación con aromas de epitafio. No hay duda, la mirada de su nieto Alejandro le humaniza.

“Si en el secreto de mi vida hay dos palabras básicas, que son libertad y España, esas dos palabras van a seguir toda la vida conmigo. Libertad y España. Y os pido vuestro apoyo. ¡Viva el Partido Popular! ¡Viva España!”.