El expresidente del Gobierno y presidente de la Fundación FAES, José María Aznar, ha concedido una entrevista La Tercera en Chile donde ha analizado la actual situación de nuestro país y de América Latina, así como la “amenaza real” de guerra en Europa.
“Motivos profesionales, actividades de carácter académico”, dice José María Aznar sobre las razones de la visita que realizó a Chile esta semana, justo a un año de su último viaje al país. Referente de la centroderecha española, el exjefe de gobierno (1996-2004) y expresidente del Partido Popular (1990-2004) participó del Encuentro Nacional de Alcaldes para un Chile Seguro, de la Asociación de Municipalidades (Amuch), así como de una reunión con egresados de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), la institución presidida por el político de 71 años, entre otras actividades.
Pero para el miembro del Grupo Libertad y Democracia, el foro político de líderes de derecha y centroderecha fundado en marzo de 2023 en Chile por jefes y exjefes de Estado y de gobiernos iberoamericanos, su paso por Santiago también tenía un simbolismo especial: la visita a la viuda del expresidente Sebastián Pïñera, uno de los fundadores del grupo. “Voy a ir visitar a su mujer, Cecilia (Morel), porque no la he podido ver todavía después del fallecimiento de Sebastián. Y, evidentemente, quiero ir a verla y a darle personalmente el pésame, darle mi cariño y mi recuerdo”, comenta Aznar a La Tercera en esta entrevista realizada el martes en el Hotel Mandarín Oriental, en Las Condes.
A propósito de la muerte trágica del expresidente Piñera, usted dijo que él había “encarnado de manera perfecta la alternativa que consolidó la transición democrática en Chile”. A la luz de ese análisis, ¿cómo ve ahora la situación en Chile?
Políticamente, la sensación es que Chile está dando vueltas en círculo, para volver al punto de inicio. Pero, de todas maneras, el país tiene otros problemas, tiene otras preocupaciones, más allá de la preocupación constitucional. Sin embargo, es muy importante decir que el tener un marco constitucional abierto no es la mejor de las recetas, en mi opinión, para buscar un país ordenado. Y, por lo tanto, cuanto antes ese episodio se pueda cerrar, mejor. Los países se pueden dividir de muchas maneras: países seguros y los países inseguros; los países prósperos y los países que no son prósperos; los países a los cuales la gente quiere ir y los países en los cuales la gente se quiere ir. Y, cuando viajas, los países también se diferencian en dos. Hay veces que te preguntan por los éxitos del país o por los problemas. Antes, cuando viajaba a Chile, me preguntaban por los éxitos de Chile, ahora me preguntan más por los problemas. Son las cosas que hay que corregir, pero no solamente ocurre en Chile, ocurre en muchas más partes y en España también.
Y sobre los problemas de Chile, ¿usted cree que el tema de seguridad y la crisis migratoria podrían poner en jaque la gobernabilidad?
Si no se controla, sí. La seguridad es la pieza básica de un sistema institucional, de un sistema democrático y, por lo tanto, es lo que hace a un país que sea seguro, es un país que hace que su Estado de Derecho y sus instituciones puedan funcionar. Si no, la gente tenderá a buscarse otros lugares en donde vivir con seguridad. La seguridad es un elemento básico de la libertad y del Estado de Derecho. Y eso hay que atajarlo a tiempo. El problema es cuando, si la inseguridad está basada en una criminalidad importante, la criminalidad agarra las instituciones.
Y en ese sentido, ¿cómo se ve la reacción de Chile? ¿El problema de la inseguridad podría ser ya uno de no retorno?
Yo no lo sé. Pero espero y deseo que sea de retorno. La cuestión está en que el problema de la inseguridad sigue siendo una cuestión recurrente en todos los países latinoamericanos, cada vez más. Y entonces eso es muy preocupante. Chile era una excepción, y lo malo es que deja de ser esa excepción. Y lo preocupante es que deja de ser esa excepción. Pero espero y deseo que Chile se recupere en ese sentido.
La percepción de inseguridad crece en Chile junto al apoyo a posturas más fuertes frente a la migración. ¿Usted cree que la solución a la crisis migratoria venezolana pasa necesariamente por una coordinación de todos los países de la región?
En primer lugar, pasaría por la desaparición del régimen de Maduro. Es el régimen de Maduro el responsable de que ocho millones de venezolanos hayan huido de Venezuela. Y, por lo tanto, la desaparición del régimen de Maduro sería muy importante. Debe quedar muy claro, en mi opinión, que en una cita electoral próxima en Venezuela, lo que ha ocurrido con María Corina Machado es totalmente inaceptable. Y esas elecciones, si se celebran sin María Corina Machado o su sustituta, son elecciones que serían absolutamente ilegítimas. Y, por lo tanto, no deben estar reconocidas por ningún gobierno.
Segundo, si empezamos por ahí, podemos hablar de mucha coordinación y de mucha seguridad. Porque el gobierno de Venezuela ya no tendría interés en que haya venezolanos que se vayan del país. Sino que los venezolanos vuelvan a trabajar por el país. Y eso sería muy importante.
Y, en tercer lugar, en las actuales circunstancias políticas en que está Latinoamérica, es muy difícil que exista coordinación entre los gobiernos si algunos líderes políticos y nacionales no toman la iniciativa y se ponen de acuerdo. Eso no ha ocurrido hasta ahora. Es difícil en este momento esa coordinación. Y, además, si se produjera, no sería suficiente.
La oposición venezolana acusa a Maduro de violar los acuerdos de Barbados con la inhabilitación de Machado. A su juicio, ¿por qué el Presidente venezolano se arriesga a no cumplir esos acuerdos, que implicaban el levantamiento de sanciones por parte de EE.UU. a cambio de celebrar elecciones con garantías para la oposición?
Venezuela es un narcorrégimen. Maduro lo que quiere es estar al frente del narcorrégimen. Eso es lo que quiere. Todas las negociaciones son falsas. Es una farsa. Todas las negociaciones de Barbados y todas las que ha habido son una farsa. Parte de la oposición que se ha prestado a ello lo ha hecho porque es parte del régimen que se presta a hacer esa operación. Estados Unidos se ha equivocado gravemente. Y los países que no han denunciado también. En ese momento y ahora mismo, hay países latinoamericanos que tienen una gran oportunidad de demostrar que defienden la democracia, que defienden los derechos liberales. ¿Pero por qué hace Maduro eso? Porque a Maduro le interesa seguir al frente de un Estado, de un régimen narco. Y eso es lo que le interesa. El poder que produce el narcotráfico.
En octubre de 2022, la diputada del PP Cayetana Álvarez de Toledo dijo en una entrevista con La Tercera que “uno de los problemas contemporáneos es que estamos pasando de izquierdas reaccionarias a derechas antipolíticas”. ¿Cómo analiza ese hecho, considerando el actual escenario que vivimos en Latinoamérica?
Yo creo que el mundo vive un momento muy complejo, muy desordenado. Todos los países tienen problemas parecidos, más los problemas domésticos que tiene cada país. Pero el populismo es un gran mal, y en Latinoamérica es especialmente un gran mal. El populismo es una receta falsa, porque analiza falsamente los problemas, y al analizar falsamente los problemas les da respuestas falsas. No analiza la raíz de los problemas y plantea soluciones fáciles para problemas que en este momento son mucho más complejos. Entonces, sea el populismo de derecha, sea el populismo de izquierda, el populismo es una receta completamente equivocada. Y entonces lo que hace falta es volver y recuperar la seriedad de la vida política, la seriedad del liderazgo político, la seriedad de la vida institucional.
Pero el mundo es testigo del ascenso de las opciones de extrema derecha. ¿Qué tendría que hacer la centroderecha tradicional para hacer frente a ese fenómeno?
Creer en sí mismo y defender lo que cree. No disfrazarse, sino ser auténtico. Trabajar. No tiene que inventar muchas cosas. Tiene que entender lo que pasa en el mundo y, entendiendo lo que pasa en el mundo, sacar las conclusiones, aplicarlas y explicarlas a los ciudadanos.
¿Cómo observa fenómenos como el de Javier Milei en Argentina o el de Daniel Noboa en Ecuador?
A mí me preocupa Argentina. Y me preocupa, por lo tanto, que muchas de las propuestas de Milei tengan éxito, porque deseo la recuperación de Argentina. Pero Argentina lleva 80 años en crisis. Y Milei es en gran medida fruto de la desesperación de un país. Milei lo que tiene que hacer es un país viable, un país posible. No un país imposible. Lo malo del populismo es que acaba haciendo países absolutamente imposibles.
Y sobre Noboa, ¿qué le parece que haya defendido el ingreso de la policía ecuatoriana a la embajada de México en Quito para arrestar al exvicepresidente Jorge Glas?
La institución de asilo no se puede ofrecer a criminales. Pero, por otra parte, lo que no se puede hacer es asaltar un territorio. Asaltar una embajada es atacar otro país. O sea, no puede ser. Entonces, esas dos cosas, yo espero que las organizaciones internacionales las tengan muy en cuenta. Porque si esa mecha prende en un mundo desordenado, pues imagínese usted dónde podemos llegar. O sea, ni el asilo debe ser para amparar criminales. Evidentemente, como es este caso. Pero el respeto a la soberanía territorial de un país, que está representado en una embajada, tiene que ser total.
¿Qué le parece el avance de los liderazgos de izquierda en la región?
Yo creo que va en declive ese avance. Yo creo que los próximos años serán de auge de la centroderecha en muchos países en América. Yo creo que la izquierda suele fracasar, la izquierda radical fracasa radicalmente. Solamente la socialdemocracia moderada ha producido avances en algunos países, pero las izquierdas radicales han sido un fracaso siempre. Y en este caso está siendo un fracaso, como lo está siendo también en España.
Al respecto, ¿cree que la ley de amnistía para los líderes catalanes del “procés” fue un error?
Es un error, pero un error inmenso. Primero, es inconstitucional. Además de ser inconstitucional, es una imposición. Tercero, va a crear muchos más problemas de los que va a resolver si es que finalmente llega a aprobarse. Otra cuestión es cómo se va a aplicar esa ley de amnistía y a quién se va a aplicar, pero el mismo concepto es un concepto no asumido, es constitucionalmente inasumible desde ese punto de vista en España e institucionalmente extraordinariamente peligroso, pone en peligro la propia convivencia de los españoles y eso es algo peor que un error político.
El expresidente catalán Carles Puigdemont, prófugo de la justicia española y residente en Bélgica, anunció que se presentará a las elecciones regionales de Cataluña del próximo 12 de mayo. ¿Qué le parece?
Si la ley de amnistía no está aprobada y Puigdemont vuelve al país, el prófugo vuelve a España, debe ser detenido y procesado. Si la ley de amnistía se aprueba, hay que ver si es aplicable o no es aplicable a Puigdemont y en qué términos le es aplicable o no. Pero, en todo caso, lo que es muy importante en un país es que, primero, un gobierno no dependa de un prófugo de la justicia. Segundo, que no ponga el gobierno en manos de aquellos que quieren destruir el país: Y, tercero, no tome decisiones que pongan en riesgo la convivencia, el orden constitucional, la seguridad y la propia continuidad del país.
Por último, ¿qué le parecen las recientes declaraciones del primer ministro polaco, Donald Tusk, quien dijo que Europa se encontraba en una “época de preguerra” a raíz de la amenaza rusa tras la invasión a Ucrania?
Es la primera vez después de la Segunda Guerra Mundial, después de la Guerra Fría, donde un ataque a un país soberano puede producir una modificación de fronteras. Eso no se puede tolerar. Ya se produjo un precedente en el año 2008 con Georgia. Se produjo otro precedente en Crimea y no se reaccionó. No se reaccionó una vez, no se reaccionó dos veces, pues a la tercera vez nosotros tenemos que preguntar: ¿Qué nos piden los ucranianos? Armas. ¿Vamos a negarles armamento a los ucranianos para que se defiendan de ese ataque? Yo sinceramente creo que tenemos la obligación moral de apoyar a los ucranianos y tenemos la responsabilidad histórica de apoyar a los ucranianos, porque si no, eso continuará y Europa se está preparando para una cosa distinta. La OTAN tenía una capacidad de disuasión. Ahora está convirtiéndose todo en una política defensiva que es mucho más complicado. ¿Por qué? Porque hay una amenaza real de guerra.